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LA HISTORIA DE LA CASITA DEL TERA

La Casita del Tera es el resultado del esfuerzo de una mujer valiente que tenía un sueño, el sueño de tener una casa cerca de la naturaleza que fuera un hogar para su familia.
Ella es una mujer de campo, nacida y criada en un pueblito recóndito en las montañas de Sanabria que como muchas personas en aquel tiempo salió de su hogar para formarse y crearse un futuro. Después de aquel partir adolescente ya nunca volvió a vivir en aquella casa familiar y solo volvería de manera esporádica, pero su mente y su alma siempre estaban en aquel lugar.
Después de muchos años viviendo en un piso, haciendo malabares como madre viuda y trabajando mucho comenzó a coleccionar recortes de revistas y a colgar fotografías de bonitas casas por las paredes. Y gracias a un tesón y una ilusión indestructible que la llevó a no dejar de soñar nunca, ese sueño empezó a tomar forma. 
El interiorismo y las casas siempre fueron su gran pasión, se estudiaba cada revista de decoración que caía en sus manos a tal punto que esas revistas se convirtieron en un regalo habitual por parte de sus hijos. Nada le colmaba más, y el revistero siempre rebosaba de ellas. Precisamente el hecho de que aquella niña y aquel niño ya habían crecido y ante la apremiante realidad de que un día no muy lejano abandonarían el nido le hizo comenzar a transformar el sueño en realidad.
En una época en la que aun no existía internet se recorrió cada inmobiliaria y visitó cada posible candidata, a veces sola y a veces acompañada de sus hijos. Y en la soledad de sus pensamientos hizo cábalas y cuentas infinitas para poder llevar a cabo algo que cada vez era más real. Unas veces las condiciones económicas y otras el palpito de que no era la adecuada hizo desechar no pocas candidatas, hasta que se cruzó en su camino una casa que ya conocía de antaño y que nunca creyó que fuera accesible a ella... Pero lo fue.
Antes de que su hijo menor siquiera hubiese nacido, visitaba frecuentemente aquel rio con su hija mayor que tan solo era un bebé para tomar el sol y bañarse. Lejos de las tierras verdes y mágicas donde se crió y viviendo en una zona un tanto árida, aquel lugar le transportaba en cierto modo a su hogar y fue siempre un sitio especial. Quién le iba a decir que veinte años después y después de muchos vaivenes, la vida le iba a devolver a aquel lugar para que crease allí su hogar definitivo.
La familia dejó atrás el piso y llevándose sus recuerdos se mudaron a una casa que siempre estuvo destinada al veraneo familiar de los anteriores dueños y que había que convertir en una casa habitable todo el año. Después de mucho trabajo, de incesable trabajo y esfuerzo y poco a poco la casita comenzó a transformarse en algo parecido a lo que es hoy en día. La madre se dejaba la piel en aquella dura pero reconfortante transformación aplicando tanto su innata intuición, como aquellos aprendizajes de tantas revistas devoradas. Pasó el tiempo y sus hijos se convirtieron en adultos independientes que volaron del nido. La mujer vivía sola y feliz en aquel hogar creado con la mayor de las pasiones, pero de pronto en su vida se cruzó el amor y aquello hizo que tuviera que dividirse para llegar a todo y a todos, y poco a poco y con el paso de los años tuvo que renunciar a su hogar para poder vivir con la persona con la que ya compartía su vida. La casa estaba vacía.
Era una pena enorme para toda la familia que aquella casa estuviera tan vacía y sola, y si bien sus hijos volvían siempre que podían eso no era suficiente para llenar aquel vacío.
De aquella tristeza nació la idea de compartirla con los demás y darle una nueva vida, y gracias a las nuevas tecnologías y casi como un experimento se dio a conocer y la gente comenzó a solicitar pasar unos días en ella.
Esto es un nuevo motivo de felicidad y nos lleva al punto actual en el que nuestros esfuerzos se centran en que aquella casa y aquel sueño sigan más vivos que nunca.
Y por su puesto para nosotros siempre será...
El hogar al que volver.

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